Quantcast
Channel: Ni me va, ni me viene » Marta
Viewing all articles
Browse latest Browse all 15

La hermosa fotografía de un niño ahogado

$
0
0

Durante días no podía dejar de pensar en la imagen del del niño sirio ahogado en la costa de Turquía. Aunque no era la primera fotografía que veía de un niño herido o muerto en algún conflicto bélico, y aun sabiendo que en Siria han muerto miles de niños desde que comenzó la guerra, esa foto me conmovió —a mí y a muchos otros de una manera especial y tuvo una repercusión que otras imágenes más crudas o violentas no habían conseguido.

No he leído ni he querido ver mucho más sobre esta noticia porque no entiendo el revuelo ante una situación que todos, desde hacía tiempo, conocíamos. Pero me he seguido preguntando las razones por las que esa foto y no otra nos ha impactado de una manera inusual. Pensando estos días en ello he recordado otra imagen, que no fotografía, que vi hace ya varios años y que también me perturbó. Estaba pasando unos días en Extremadura, en un pequeño pueblo del Valle del Jerte. Era primavera y esa mañana, tras una noche de lluvia, despuntó fresca y brillante. Como todos los días antes de comer, mi padre y yo salimos a dar un paseo, que siempre era el mismo, pero que a nosotros nos entusiasmaba como si fuese una novedad. La mayor parte del tiempo caminábamos en silencio, disfrutando de nuestra compañía, pero no dejábamos de advertir al otro si descubríamos de pasada una planta curiosa o si un pájaro se posaba a poca distancia, o si descifrábamos el olor —a hierbabuena, a manzanilla, a romero— que en cierto instante habíamos percibido.

Cuando ya regresábamos a casa, pensando, hambrientos, en la comida preparada por mi madre, no recuerdo qué hizo que nos fijásemos en un canalón que ese día, después de la lluvia y del deshielo primaveral, corría con abundante agua. Quizá nuestro espíritu aventurero nos llevó a buscar nuevos hallazgos. Y eso ocurrió, porque al cabo de un rato descubrimos lo que a primera vista parecía el cuerpo sin vida de un ratoncillo que, después de una mirada más atenta, resultó ser una cría de gato de no más de unos pocos días. A pocos palmos de él vimos el cuerpo de otra cría que supusimos sería de la misma camada. Mi padre y yo enseguida nos pusimos a elucubrar sobre el destino de los cachorros: pensamos que con la lluvia que había caído podían haberse visto arrastrados por la corriente pero también sabíamos que en los pueblos la manera más fácil de deshacerse de los animales no deseados era ahogándolos en cualquier charco de agua.

Durante un rato me quedé mirando los pequeños cuerpos de las crías. Las dos habían quedado atrapadas entre diversos palos y malezas que había arrastrado la corriente y permanecían completamente inmóviles, pese el curso del riachuelo que les bañaba. Me sorprendió que no resultase una visión desagradable y pasados unos instantes pensé que en efecto no lo era. Por extraño que parezca, el entorno que rodeaba a los cachorros era tan hermoso que producía la sensación de que hubiesen sido colocados adrede, en un peculiar y arcaico sepulcro transparente. Pero, a la vez, al mirar hacia el arroyo, y luego hacia el campo, que ese día resplandecía, comencé a sentir una pena enorme por los dos miserables animalillos que no iban a poder disfrutar, como yo hacía, de esa mañana. Y, fijaos qué tontería, me pareció injusto que esa desgracia, aunque sea una insignificante desgracia, pudiese ocurrir en un día tan hermoso.

Miro ahora la fotografía del niño sirio ahogado en la playa e imagino que esa playa se encuentra en el lugar más bonito del mundo, aunque quizá se encuentre a diez metros de un horrible mamotreto urbanístico. Imagino, viendo la fotografía, que no hay nadie cerca del cuerpo, quizá solo el fotógrafo, y que es el ruido de las olas, tan sólo el ir y venir y arrastrar de las olas, el que se escucharía de estar en ese lugar. Me imagino que ese niño, del que apenas se atisba el rostro, tiene una cara preciosa. Me sorprende que mirar la foto de ese pobre crío no me resulte desagradable sino desgarradamente triste. E injusto. Me parece injusto que una desgracia tan grande como una guerra o como la muerte de un niño o como la muerte de un gatopueda ocurrir en un lugar tan hermoso.

Leo (solo un poco) que detrás de esa fotografía hay una gran manipulación. Si es así, sabían como lograrlo.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 15

Trending Articles